sábado, enero 13, 2007

el mundo se diseña a si mismo (2)









































“It's enough to talk about the world in terms of patterns. It describes anything that can be described, and you don't really have to suppose that there is some stuff that constitutes the essence of the pattern in the same way that clay constitutes the essence of pots. And so for this reason, you don't really have to suppose that the world is some kind of helpless, passive, unintelligent junk which an outside agency has to inform and make into intelligent shapes. So the picture of the world in the most sophisticated physics of today is not formed stuff--potted clay--but pattern. A self-moving, self-designing pattern. A dance. And our common sense as individuals hasn't yet caught up with this.”
(ALAN WATTS, "The Nature of Consciuosness")

Basta hablar sobre el mundo en términos de diseños. Esto describe todo lo que puede ser descrito. Y prácticamente no tienes que suponer que ahí hay algo, alguna materia prima que constituya la esencia del diseño de la misma manera de la que el barro constituye la esencia de vasijas. Es por esta razón que no tienes que suponer que el mundo es una especie de cacharro desamparado, pasivo y carente de intelegincia quel tiene que ser informado por una agencia exterior para convertirlo en formas inteligentes. Así que la imagen del mundo según la física más sofisticada hoy en día no es alguna materia formada –barro trabajado– pero diseño. Un diseño que se mueve y se diseña a sí mismo. Una danza. Y nuestro sentido común como seres individuales aún no ha captado esto.
(Traducción: C.L.)

el mundo se diseña a si mismo













































En el comienzo (y digo “en el comienzo” en un sentido puramente retórico) está el silencio, la armonía total, la quietud más absoluta –en una palabra: nada. Como una laguna en una noche sin viento ni luna, inexpresiva, indiferenciada, en la que es imposible distinguir una partícula de la otra, tan perfectas están en su unicidad. Ocurre que, de esa misma nada, espontáneamente, surge un movimiento, una remoción, un revuelo –el soplo de Dios sobre las aguas– el agua se eriza, se ondea, se forman olas que se expanden y transforman, creando un tapiz de diseños cada vez más diversificados... O, para usar otra imagen: la cuerda de un instrumento sin tocar, completamente quieta y estática. Al menor roce emite un sonido que no es otra cosa que vibración. La cuerda oscila hacia un lado, vuelve al centro (del cual “salió”) y oscila hacia el lado opuesto y vuelve al centro y vuelve a oscilar hacia el otro lado, etc. El secreto está en que "vuelve a su centro", del que, en realidad, nunca se separó, es más, NO PUEDE separarse de él, de la misma manera que la ola no puede separarse del océano. Este mismo principio se repite en el vuelo de una bandada de pájaros, en la ramificación de un árbol, en la nervadura de una hoja, en el pelaje de una cebra, en la formación de las nubes, en cómo el viento arremolina arena, polvo, hojas secas (y aún bolsas de plástico), en todo, en verdad, cuamto percibimos. No hay ahí un orden explícito, descifrable (nada podría estar más lejos de un orden militar). Y, sin embargo, hay siempre armonía. Es este despliegue de la infinita creación de diseños efímeros y sobrecogedoramente bellos que quiero mostrar con estas fotos tomadas en el bajo valle del Río Ica –un lugar donde lo arriba dicho se revela supremamente.