
Sexto día consecutivo que acudo a la cabina de internet y sigo sin poder subir imágenes al blog, a pesar de haber probado todas las sugerencias de solución de de la Ayuda Blogger. Sólo me ligó la calavera. Para esto oigo todavía la voz de ultratumba del técnico cuando me da la noticia sobre el estado de mi computadora: mal, muy mal, prepárate para lo peor. Siento como el corazón se me cae al calzón. ¿Quién soy yo sin mi iMac? Fuertísimos hábitos y la gran parte de mi trabajo se centran en este aparato. En él edito mis videos, trabajo mis fotos, escribo, traduzco, redacto, tipeo los dictados de un noble señor suizo, escucho mi música, veo dvds y, gracias a un modesto módem, navego viento en popa por el ciberespacio. (Esto último, claro, en una ciudad como Lima donde hay miles de miles de miles de cabinas de internet, es lo de menos.) También, lo admito con cierta vergüenza, juego horas solitario, a veces corroída por un sentimiento culposo por no hacer algo útil -un sentimiento que se disiparía cuando el juego se enrolla, por así decirlo, sobre sí mismo, como un mantra, y todo es absorbido por los rugidos del movimiento rotativo de la rueda de la fortuna. Ahora, hay muchas, muchísimas actividades así llamadas útiles que no son útiles para nada y sólo aumentan el ruido y el caos ya reinantes. Nada dura para siempre. Lo que puede ir mal, irá mal, tarde o temprano. Es la ley. Klik! en un abrir y cerrar de ojos, todo puede acabarse. Hay gente que no soporta oir estas cosas y tratará por todos los medios de acallarte. Como lo dice este verso de T.S. Eliot:
"Go go, go, said the bird - humankind cannot bear much reality"
(Vete, vete, vete - los humanos no pueden soportar mucha realidad) La cuasi muerte de mi computadora me ha confrontado con mi propia mortalidad, con lo fragil y fantasmagórico de todo lo existente. Sólo queda un disco duro lleno de datos que ya no significan nada, como la caja negra de un avión accidentado. ¿Qué pajarraco nacerá de estas cenizas?